sábado, 22 de abril de 2017

ACOLLA Y LA NOSTALGIA DE SU CANTO
Escribe: Angel Javier castro.
A sonido del viento norteño, la plaza Mariscal Cáceres se va vistiendo de nostalgia al escuchar las tristes melodías que una orquesta solitaria va ejecutando precisamente cuando el pueblo va estampándose de lluvia en los cuatro ángulos de su alma terrígena.
El templo, aquella  vieja construcción: herencia de los antiguos comuneros, al chicoteo de los truenos pareciera revivir su antigua prestancia al tintinear su campana el absurdo monólogo de un nuevo encuentro del hombre con la tierra: su sepulcro.
Las tiendas que adornan la céntrica plaza aquella tarde están lastimadas con los golpes brutales de los granizos, que empujando el espíritu de los pobladores precipitaron su huida. Silenciándose la música. Escuchándose ahora en su plenitud el verdadero himno de la naturaleza, larga, inquietante y adolorida que Dios ha puesto en mano del viento, la lluvia y los intempestivos rayos, cuyos pentagramas van sobrevolando inquietos por las ventanas de las casas abandonadas de amor, que a la chispa alborotadora de los truenos intentan revivir por un momento sus hojas muertas adornadas de oscuridad y silencio.

Pero cuando la luna apareció con sus estrellas en el cielo, la lluvia determinó irse de viaje. Y la música de los hombres nuevamente empujaron los pies de los habitantes, a fin vuelvan a la fiesta: porque el gasto según dicen “ya está hecho”. Entonces como si el tiempo estuviese marcado para Acolla, nuevamente la orquesta se puso a llorar, interpretando una vieja melodía, que al escuchar los  pobladores, quien sabe otra vez estaban llamando con sus suspiros el regreso de la lluvia, acaso más sentimental que el huayno mismo.  

sábado, 15 de abril de 2017

LA EDUCACIÓN PRODUCTIVA EN EL EX 511 DE ACOLLA
“Niños después del pan la educación”
El dicho precedente pareciera una invitación cordial a sumergirnos un poco en el hilo histórico que el ex 511 o “la escuela productiva del siglo veinte”, aún nos dijera: “Hermanos hay mucho por hacer todavía”. Porque resulta que el nuevo milenio, caracterizado por la erupción volcánica del arte, la ciencia y la tecnología virtual, en realidad, no es algo nuevo, sino consecuencia del imparable desarrollo tecnológico que viene produciendo a mayor escala y a menores costos, heterogéneos artículos en el mercado súper competitivo del planeta. Esfera del cual nuestro país permanece a la deriva, justamente por carecer del plus tecnológico que le permita asomar su presencia entre los países del área, que como Brasil ya va manufacturando productos a partir de las materias primas que posibiliten el cometido.
Y retomo el proemio como línea de análisis, porque hacia la década del cincuenta del siglo pasado; con sorprendente audacia, los acollinos llevados por el deseo de la superación personal y comunitaria, supieron asimilar la corriente pedagógica de aquel entonces que impregnaba el sello de la productividad educativa, dando énfasis a la manufactura de diversos productos en serie, utilizando insumos básicos como madera, latas, yeso, azúcar etc. Así como la manipulación y administración de módulos pecuarios y agrícolas por parte de los escolares a fin que estos pudieran desempeñarse en algún oficio productivo que redundara en beneficio de la colectividad.
Experiencia artesanal productiva que lamentablemente quedó abandonada en el tiempo; porque, hoy, justamente uno de los problemas que padece Acolla es la falta de productividad.
¿Qué aprenden hoy los niños en las escuelas nacionales? Más teoría que práctica efectiva.
A propósito del tema en cuestión. Un señor recordaba, que, en efecto, la escuela rural pre vocacional de varones 511, contaba con dos talleres productivos. Colmenas de abeja. Una pequeña granja y áreas de cultivo agrícola que constituían la imagen sólida de una escuela que preparaba el abono básico a partir del cual los estudiantes pudiesen abrir las alas para su despegue económico. Que hoy, universidades e institutos de la región han retomado una responsabilidad académica cuasi olvidada, que precisa recuperarla en las escuelas públicas. Debido a que los niños y niñas precisan el dominio de una herramienta productiva que agencie sus propias necesidades, en un mercado cada vez más complejo y competitivo como es el mundo globalizado.


EL NUEVO RETO DE ACOLLA
La realidad muestra que muchos aspectos tradicionalmente considerados inamovibles van cambiando conforme las circunstancias van sentando nuevas luces de progreso en el camino.
En este contexto, no resulta extraño que en un tiempo no muy lejano la vía asfáltica Condorín-San Pedro de Cajas actualmente inconclusa sea extendida hasta el distrito de Acobamba-Tarma como nueva ruta alterna a la ruta Junín-La Oroya- Jauja que utilizan los vehículos que prestan sus servicios entre Huancayo y la selva oriental, que al inaugurarse la nueva vía Junín- Tarma- Jauja optarán por usarla dado los beneficios que reportará en términos de costo y tiempo.
Esta evidente realización ¿Qué significa para Acolla? Sino una nueva oportunidad de trabajo para la juventud del valle. Dado que el flujo vehicular al ser altamente cuantitativo, requerirá que el actual jirón Atahualpa u otra vía alterna permita dar la fluidez necesaria a los vehículos de alto tonelaje, que a su paso por la ciudad requerirá los servicios de abastecimiento de combustible, mecánicas, llanterías, restaurantes, y estacionamientos “car wash” (lavado de carros) y otros.
Tampoco ya es secreto conocer que el tendido de tubería gasifica de Camisea, atravesará por el valle del Mantaro. Y que por necesidad, Tarma solicitará la extensión del servicio del gas a domicilio, cuya tubería secundaria atravesará  por el valle de Yanamarca. ¿Sueños? ¡Para nada! Serán realidades cuya ejecución está enmarcada dentro de un rango temporal no demasiado lejano.
Otro aspecto no menos importante es que el valle yanamarquino contará a la postre con el sistema integral del servicio de agua potable y alcantarillado. Tema que no es motivo de exposición en el presente artículo, cuya realización, sin embargo, es imprescindible e impostergable.
Por lo que teniendo en la mesa estos tres grandes proyectos, que por la dinámica empresarial propia de estos tiempos de la era cibernética, sería iluso creer su inviabilidad. Corresponde a la gestión edil local, regional o nacional preparar las condiciones apropiadas a fin que Acolla enfrente este nuevo reto de canalizar las demandas que las propias circunstancias exigirán con la aparición de nuevas necesidades de servicio.
Por tanto se necesitará los servicios profesionales de gasfiteros, mecánicos, lavadores de  carros; especialistas en instalación de redes de gas a domicilio, etc. Y que por efecto reflejo de esta impronta realidad, la construcción de inmuebles y el habilitamiento de vías de acceso, conformarán el nuevo paquete económico que demandará el concurso de profesionales eficientes y eficaces que exigirá la población local y foránea. Y como las municipalidades tienen el deber de generar espacios de desarrollo educativo que garanticen el futuro económico de sus habitantes. Deberá gestionar la creación de un instituto tecnológico de primer nivel o la filial de alguna universidad tecnológica que brinde la formación de carreras como: construcción civil, topografía, lectura de planos y otras especialidades directamente relacionadas a las nuevas necesidades socioambientales y económicas, a fin que la ciudad cuente con la suficiente mano de obra especializada, sin necesidad de recurrir a los servicios de profesionales competentes fuera del área geográfica.

Por tanto el aviso del semáforo rojo está a la vista de la gestión municipal. De modo que sean los jóvenes y señoritas del valle los directamente beneficiados, a fin de  laborar en su propia tierra; y así frenar el germen peligroso de la migración que en estas últimas décadas se ha profundizado a niveles realmente alarmantes.
LA OLEADA MUSICAL  DE ACOLLA Y LA SUPER MELODÍA

A modo de introducción. Cuando hablamos del arte de las siete figuras, primero es necesario puntualizar que la más sublime, eterna y constante melodía: es el océano musical que baña con su sonido el mundo del pentagrama vivo: el cielo de los cielos; ejecutado por el compositor universal: el Dios viviente. Sobrepasando de esa manera las melodías celestiales en belleza y finura a las olas musicales terrestres, que resultan sombras frente a la luz eterna que Dios va recreando diariamente en su infinito amor.
Desde esa perspectiva. Mientras la música terrestre alaba y glorifica los actos culturales del hombre y la objetividad de los cuadros naturales. La canción divina surca el alma humana arrepentida, inspirándola cantar al creador con todas sus criaturas en comunión fraterna; volando, saltando en las ondas expansivas que las corrientes melódicas atraviesan por su corazón regenerado; sumergiendo su  alma ansiosa por alabar a Dios, cruzando infinitos surcos musicales llenas de paz, en un mosaico de floreados caminos de libertad y esperanza; mientras el mundo terrígeno vive sumergido en las cadenas de la esclavitud espiritual, que solo Cristo puede liberarlos de su atadura.
En estas condiciones, las bandas de música sinfónica de nuestro entorno, apenas constituyen espejismos en el universo vivo de la música espacial. Y desde ese contexto geoespacial viramos los ojos a una  pequeña ventana que ofrece el pentagrama musical del centro del Perú.
Desde principios del siglo pasado, el nombre de  Acolla empezó a escucharse a lo largo de la región central, como sinónimo de prestancia musical, debido a su indiscutible arte de interpretar con realismo desbordante la nostalgia y la alegría del hombre del campo a través de la poli línea encuadrada del bello arte de la música. Entonces ocurría que personas venidas de diversos lugares regresaban luego de transar los contratos con los ejecutantes, que aunque eran pocos en número, sin embargo, la calidad interpretativa no dejaba de sorprender a propios y extraños.
Es difícil precisar quién o quiénes fueron los propulsores de esta nueva ola artística, que en poco tiempo empezó a germinar los primeros frutos, apareciendo con vientos marciales la Banda Filarmónica hacia la segunda década del siglo XX, conformada en su mayoría por músicos, que luego de prestar sus servicios militares en las fuerzas armadas, fueron la clarinada de la antorcha musical, apareciendo tras ellos otras bandas y orquestas, prestigiando el nombre de la tierra que los vio nacer.

Aunque no tenga en mano un documento que pruebe la participación de la Banda “Filarmónica” en Jauja, me remito a la obra “Acolla” (pp.101-102) donde su autor, el profesor Moisés Ortega, refiere que en ocasión de celebrar el IV centenario de la fundación española de dicha ciudad en el año de 1934. La referida Banda acollina tras compartir escenario con la Banda Republicana, interpretando variadas piezas musicales en forma intercalada. Finalizada la retreta, continuó la “Filarmónica” deleitando al público con huaynos de tierra adentro con su sello característico. Que reconociendo su profesionalismo en el dominio musical. El director de la Banda Republicana, felicitó a su homólogo: Don Pedro Magro Zapata. Asentándose desde entonces a los cuatro vientos con prolijidad asombrosa el nombre de Acolla como “tierra de músicos”.