sábado, 1 de octubre de 2016

LA POESÍA PROHIBIDA
Escribe: Angel Javier Castro.
Aun recuerdo su bella imagen,
cuando mirándome decía:
¡Papacito nunca te sacaré la vuelta!
Creído a su promesa.
Feliz, con el estomago lleno, me iba a la mina.
Sin saber que mi Estela:
“La flor de mi alma”.
Vistiéndose bonita
buscaba plata en el campamento;
atrapando a los hombres con su telaraña colorada.

Que cuando oí triste verso.
Mi corazón se derrumbó en el socavón. 
Y apurando el trago amargo de la traición,
la muerte deseaba:
Porque la muy bandida,
como zorra sin dueño,
pintándose sus labios como la granada
coleccionaba tarjetas ajenas en su bolso.
Diciéndome, cuando llegaba cansado:
¡Papito siempre que voy al mercado me encuentro plata!
Creído en sus dulces palabras
seguía rompiendo las rocas, día y noche.
Mientras la panza de mi Estela.
Creciendo estaba otra vuelta.
Que cuando me quejaba, decía:
¡Es tu hijo! ¡Es tu hijo, pues!
 Y como un asno, sin escuchar los consejos,
 firmé la partida de nacimiento.

¡Hay, vida, vida!
Triste es la vida de un minero.
Porque cuando apenas salía del cuarto.
Otro ya estaba en mi cama,
Coronando mi ausencia.
Que a pesar de mis reclamos.
La muy taimada mujer;
mirándome con ira, decía:
¡La gente cualquier cosa habla, y tú creyéndoles!
¡Hay, vida, vida, la mía!

Entonces, cansado de llorar.
Un día me alejé de ella.
Diciendo la gente ahora que me está buscando.
Pero conociendo sus zalamerías.
Por mi plata nomás me busca.
Pidiéndote Diosito lindo
tu justicia venidera.
Porque así es la vida en los campamentos,
cuando las parejas no temen el castigo divino.
PUBLICADA PARA VARIOS MEDIOS. ¡PRONTO EL LIBRO: CUENTOS Y RELATOS!
Cualquier inquietud. Esta es la dirección: angeljaviercastro7@hotmail.com
                                                                                                                              


jueves, 29 de septiembre de 2016

ACOLLA Y SU LEGADO COMUNAL EN EL TIEMPO
          Escribe: Angel Javier Castro.
Las comunidades campesinas del valle del Mantaro, a diferencia de otras comunidades regnícolas del Perú, se caracterizan por un singular proceso histórico que se inicia en la tercera década del siglo XVI, con la alianza hispano-huanca. Hecho que permitió al nativo continuar en posesión de sus tierras, aunque estuvo disminuido el prestigio y función de sus autoridades locales. Estos factores socio-económicos posibilitaron tempranamente su vasto mestizaje integrador excepcional de razas, culturas y sistemas económicos.
Aunque para el valle de Yanamarca este proceso fue discorde por su carácter feudatario en la que los indígenas estuvieron bajo la férula de los señores nobles, asentados en las ciudades hispanas; sin embargo lograron conservar y recuperar sus propiedades comunales teñidas de sangre y de juicios engorrosos, readaptándose a las nuevas condiciones históricas, caracterizadas por:
1. La vertiginosa urbanización, representada por la concentración de la población en los centros urbanos y rurales de viejas raigambres históricas-económicas y la difusión de un patrón cultural de características occidentales.
2. La fluidez comercial del intercambio económico con la costa, centros mineros y las capitales de provincia, en especial Huancayo, Tarma y Chanchamayo.
3. El acelerado proceso de diferenciación social y económica en los centros urbanos como en las comunidades campesinas.
El año de 1902, significó para estas comunidades el despertar a un nuevo horizonte de vida, trabajo y esperanza. Porque es la era vinculante entre los centros manufactureros y la explotación minera, la cual configuró el perfil modernizante en la mentalidad del hombre del campo.
Acolla y Muquiyauyo son perlas de este proceso sui géneris en los valles de Yanamarca y el Mantaro. Por primera vez, a iniciativa de los campesinos-obreros, vueltos de sus centros de trabajo, fomentaron la construcción de escuelas, jardines y otras obras de servicio público; vislumbrando que la educación era la clave para su desarrollo.
A mediados del siglo pasado, la existencia de los cuarteles no era desconocido para nadie. Y la nueva ideología sindicalista, principalmente minero, aprovechó de estos organismos para imprimir un desarrollo que requerían las comunidades, ante el marasmo de las autoridades provinciales que vivían ajenos a las necesidades que el hombre del campo necesitaba.
Acolla como cabeza del valle altoandino de Yanamarca fue la abanderada en este despliegue cultural a través de la Comunidad, conformada por sus cuatro cuarteles. Constituyéndose el Cuartel Primero como alma viva de los acollinos, porque en su ámbito geográfico se realizaron obras memorables, que conjuntamente con el concurso de los demás cuarteles, el alcalde con sus regidores, asociaciones y los numerosos comités pro obras que en su mayoría eran de raigambre minera, y ciudadanos comprometidos con el desarrollo de la localidad, a lo largo del siglo pasado, concretizaron la construcción y funcionamiento de la Escuela Regional de Música, El primer Colegio Comunal de Sudamérica “Inca Garcilaso de la Vega”, el colegio de mujeres “Cory Coyllor”, el Estadio Cincuentenario, el local del Seguro Social del Campesino, el Cementerio General, el Centro Artesanal, el Núcleo Educativo Nº 11 del valle de Yanamarca, el edificio de la Municipalidad, la glorieta, la Biblioteca Municipal entre otros. Además de cobijar en su seno dos centros educativos primarios, un jardín de infancia, el local del cuartel primero y guardando como tesoros sublimes: la iglesia matriz y la plaza Mariscal Cáceres.
Otras obras de igual importancia realizados en los Cuarteles Segundo, Tercero y Cuarto destacan: centros educativos de nivel primario e inicial, la instalación de tuberías y servicio de agua desde el paraje Juñoc en Yanamarca, construcción de acequias para riego y descolmatación de aguas pluviales. Así como la edificación del local de la comisaria, los parques “2 de Mayo”, “Libertad”. Y el trazado y apertura de calles y avenidas con sus puentes artesanales y haber concretizado el caro ensueño de toda una generación: ver electrificada la ciudad.
 Javier Pulgar Vidal elogió el trabajo del poblador acollino. Porque el fruto de aquella vitalidad comunal progresista, tuvo su reflejo cultural en la creación  de la Universidad Comunal del Centro del Perú, cuyo origen organizativo se gestó en este pujante distrito; cuya categoría política se hizo merecedora en 1886 por su celo patriótico demostrado en la campaña de la breña durante los años 1881 y 1882.

Por estas razones, Acolla requiere continuar en la línea de su derrotero trazado de ser pueblo cosmopolita, en este inquietante siglo de la ciencia y la tecnología virtual, como también fortalecer su identidad espiritual de mantener la fe en Cristo Jesús, nuestro Señor, quien nos garantiza la salvación de nuestras almas del pecado y la condenación eterna. Por lo que urge una profunda toma de conciencia y compromiso de cambio por parte de sus pobladores y autoridades, adaptándose a los nuevos tiempos; vislumbrando aquel viejo sueño de los abuelos de verla elevada a la categoría provincial, que el general Odría había propuesto en su campaña electoral con miras a un segundo período gubernamental, si era elegido presidente de la república.