ACOLLA
Y SU LEGADO COMUNAL EN EL TIEMPO
Escribe: Angel Javier
Castro.
Las comunidades campesinas del
valle del Mantaro, a diferencia de otras comunidades regnícolas del Perú, se
caracterizan por un singular proceso histórico que se inicia en la tercera
década del siglo XVI, con la alianza hispano-huanca. Hecho que permitió al
nativo continuar en posesión de sus tierras, aunque estuvo disminuido el
prestigio y función de sus autoridades locales. Estos factores socio-económicos
posibilitaron tempranamente su vasto mestizaje integrador excepcional de razas,
culturas y sistemas económicos.
Aunque para el valle de Yanamarca
este proceso fue discorde por su carácter feudatario en la que los indígenas
estuvieron bajo la férula de los señores nobles, asentados en las ciudades
hispanas; sin embargo lograron conservar y recuperar sus propiedades comunales
teñidas de sangre y de juicios engorrosos, readaptándose a las nuevas
condiciones históricas, caracterizadas por:
1. La vertiginosa urbanización,
representada por la concentración de la población en los centros urbanos y
rurales de viejas raigambres históricas-económicas y la difusión de un patrón
cultural de características occidentales.
2. La fluidez comercial del
intercambio económico con la costa, centros mineros y las capitales de
provincia, en especial Huancayo, Tarma y Chanchamayo.
3. El acelerado proceso de
diferenciación social y económica en los centros urbanos como en las
comunidades campesinas.
El año de 1902, significó para
estas comunidades el despertar a un nuevo horizonte de vida, trabajo y
esperanza. Porque es la era vinculante entre los centros manufactureros y la
explotación minera, la cual configuró el perfil modernizante en la mentalidad
del hombre del campo.
Acolla y Muquiyauyo son perlas de
este proceso sui géneris en los valles de Yanamarca y el Mantaro. Por primera
vez, a iniciativa de los campesinos-obreros, vueltos de sus centros de trabajo,
fomentaron la construcción de escuelas, jardines y otras obras de servicio
público; vislumbrando que la educación era la clave para su desarrollo.
A mediados del siglo pasado, la
existencia de los cuarteles no era desconocido para nadie. Y la nueva ideología
sindicalista, principalmente minero, aprovechó de estos organismos para
imprimir un desarrollo que requerían las comunidades, ante el marasmo de las
autoridades provinciales que vivían ajenos a las necesidades que el hombre del
campo necesitaba.
Acolla como cabeza del valle
altoandino de Yanamarca fue la abanderada en este despliegue cultural a través
de la Comunidad, conformada por sus cuatro cuarteles. Constituyéndose el
Cuartel Primero como alma viva de los acollinos, porque en su ámbito geográfico
se realizaron obras memorables, que conjuntamente con el concurso de los demás
cuarteles, el alcalde con sus regidores, asociaciones y los numerosos comités
pro obras que en su mayoría eran de raigambre minera, y ciudadanos
comprometidos con el desarrollo de la localidad, a lo largo del siglo pasado,
concretizaron la construcción y funcionamiento de la Escuela Regional de
Música, El primer Colegio Comunal de Sudamérica “Inca Garcilaso de la Vega”, el
colegio de mujeres “Cory Coyllor”, el Estadio Cincuentenario, el local del
Seguro Social del Campesino, el Cementerio General, el Centro Artesanal, el
Núcleo Educativo Nº 11 del valle de Yanamarca, el edificio de la Municipalidad,
la glorieta, la Biblioteca Municipal entre otros. Además de cobijar en su seno
dos centros educativos primarios, un jardín de infancia, el local del cuartel
primero y guardando como tesoros sublimes: la iglesia matriz y la plaza
Mariscal Cáceres.
Otras obras de igual importancia
realizados en los Cuarteles Segundo, Tercero y Cuarto destacan: centros
educativos de nivel primario e inicial, la instalación de tuberías y servicio
de agua desde el paraje Juñoc en Yanamarca, construcción de acequias para riego
y descolmatación de aguas pluviales. Así como la edificación del local de la
comisaria, los parques “2 de Mayo”, “Libertad”. Y el trazado y apertura de
calles y avenidas con sus puentes artesanales y haber concretizado el caro
ensueño de toda una generación: ver electrificada la ciudad.
Javier Pulgar Vidal elogió el trabajo del
poblador acollino. Porque el fruto de aquella vitalidad comunal progresista,
tuvo su reflejo cultural en la creación
de la Universidad Comunal del Centro del Perú, cuyo origen organizativo
se gestó en este pujante distrito; cuya categoría política se hizo merecedora
en 1886 por su celo patriótico demostrado en la campaña de la breña durante los
años 1881 y 1882.
Por estas razones, Acolla
requiere continuar en la línea de su derrotero trazado de ser pueblo
cosmopolita, en este inquietante siglo de la ciencia y la tecnología virtual,
como también fortalecer su identidad espiritual de mantener la fe en Cristo
Jesús, nuestro Señor, quien nos garantiza la salvación de nuestras almas del
pecado y la condenación eterna. Por lo que urge una profunda toma de conciencia
y compromiso de cambio por parte de sus pobladores y autoridades, adaptándose a
los nuevos tiempos; vislumbrando aquel viejo sueño de los abuelos de verla
elevada a la categoría provincial, que el general Odría había propuesto en su
campaña electoral con miras a un segundo período gubernamental, si era elegido
presidente de la república.